La situación del “Malevo” no fue un tema político. Se trató de una cuestión de derecho. La justicia lo encontró culpable de tres homicidios y lo condenó a prisión. Eso está claro. También es cierto que se trataba de un individuo simpático, al que se lo considera inocente y limpio de muchas corrupciones. Muchos imaginan que él hizo esas muertes con la conciencia limpia, nada más que por haberle tocado estar en sus circunstancias. Tuvo la desgracia de verse en una situación y de que su conciencia lo impulsara a actuar del modo en que lo hizo. Pero a las conciencias las juzga Dios. Los jueces se limitan al delito. Verificado el delito -tres homicidios- se lo condenó. Buena parte de la población lo miró con simpatía porque, aunque al margen de la ley, se jugó la vida tratando de hacer justicia, se jugó en favor del orden. Estas consideraciones -acertadas o no- provocan gratitud, impulsan la simpatía de la gente buena. Pero los impulsos afectivos deben ser apartados del derecho, como se apartan también las espontáneas antipatías: muchísimos quisieran que sin más trámite se condenara a muchos delincuentes por hechos execrables cometidos con total impunidad. La Justicia no puede hacerlo; debe establecer antes si es verdaderamente culpable o no. El de Ferreyra es el caso inverso: muchos deseaban que se verificara su inocencia. Pero la Justicia lo encontró culpable. Las simpatías y antipatías deben quedar al margen. Se dijo que Ferreyra cumplió debidamente con la ley. Este es un error muy grave. No cumplió con la ley, a eso se lo estableció debidamente en los tribunales. Puede pensarse que “quiso” cumplir debidamente con la ley, pero lo cierto, lo verificado, lo juzgado es que no cumplió con las leyes. Por eso se lo condenó. Es triste ver las imágenes por los medios de prensa, que están cumpliendo una función que les fue asignada, pero cuando se producen situaciones en donde estamos en presencia de un hombre distinto, se debería tomar los recaudos necesarios para actuar con mucha prudencia. Su desenlace hubiera sido distinto con una notificación personal, sin la presencia de todo un operativo. A la causa se le hubiera dado un curso legal más razonable. Administrar justicia implica no sólo saber de memoria el código, sino tener idoneidad y experiencia para tratar casos especiales.