El motivo del viaje le provocó más agobio que la travesía de más de 1.300 kilómetros. María Moreno de Ferreyra había recibido la noticia del suicidio de Mario Oscar “Malevo” Ferreyra por uno de sus hijos. La mujer estaba viviendo en Buenos Aires porque debía ser sometida a una intervención quirúrgica en la cadera. Cuando se enteró de la decisión que llevó a su hijo a la muerte pidió regresar a Tucumán. a última hora del sábado consiguieron el dinero para el traslado en avión.
“Me he sentido apoyada en todo momento, y le agradezco a toda la gente el haber acompañado a mi hijo. Hacía como dos o tres años que no venía a Tucumán, porque no podía viajar. Nunca he pensado que (Mario) podría llegar a tomar esa decisión”, expresó.
Notablemente compungida, apenas si pudo hablar durante el entierro de los restos del ex comisario. “Lo recuerdo con mucho cariño, y lo voy a extrañar mucho”, dijo antes de estallar nuevamente en llanto.
De Estados Unidos
Muchas de las casi 2.000 personas que se llegaron hasta la localidad de Los Pereyra para despedir los restos mortales del “Malevo” se acercaron a expresarle muestras de afecto. Lo mismo ocurrió con Alfredo Ferreyra, el hijo del ex policía que reside desde 2001 en los Estados Unidos. “Me enteré por internet. Quedé shockeado, no entendía qué pasaba. Había estado aquí por última vez en febrero, pero no imaginé que esa sería la última vez que lo vería con vida”, lamentó.
Alfredo, de 35 años, se gana la vida en el país del norte como trabajador de la construcción, pero por cuenta propia. ¿Qué te dejó tu papá?, le preguntó LA GACETA. “Muchos recuerdos, muy lindos. Era un buen padre”, recordó.
Del primer auto del acompañamiento descendieron la viuda de Ferreyra, María de los Angeles Núñez, y sus hijos menores: Mario Oscar (h) y Dendo Branco. Desde ese momento no dejaron de recibir abrazos y palabras de aliento. Visiblemente fatigada y con señas de haber pasado la noche en llanto, Núñez sólo atinaba a agradecer los gestos de cariño. “Gracias, muchas gracias por todo”, repetía ante cada muestra de efecto que recibía.
Otro de los hijos del ex policía, Franco Ferreyra, cargó contra el Gobierno. “Mi papá se merecía reconocimiento, que lo despidieran como el policía que fue”, protestó.
Entre la muchedumbre se mezclaban otros familiares y amigos íntimos de Ferreyra. Entre estos últimos estaba Juan Domínguez, también apodado “Malevo”, quien se ufanaba de ser un “hermano” del ex jefe de la Dirección de Investigaciones. “El puso lo que había que poner para limpiar Tucumán de la impunidad; y hoy, esta provincia muestra la impunidad más grande del país”, arremetió.
Juana Cuevas también acompañó a Núñez en el primer auto del cortejo. Con anteojos de sol, para ocultar la hinchazón de sus ojos, lanzaba porqués al cielo, en busca de una explicación. Ella también gustaba de autodenominarse “hermana” del “Malevo”. Con apenas un hilo de voz agradeció a los concurrentes las muestras de apoyo y los arengó a gritar “¡Viva el Malevo!” en diversas oportunidades.
“Jugada maestra”
Del medio de la multitud, una mujer se acercó al periodista de LA GACETA. “Por favor, disculpe el papel en que le entrego estos pensamientos, pero quisiera que los publique, si puede”, dijo al tiempo que entregaba un amarillento cartón. “A pesar del dolor, ¡jugada maestra del Malevo! Sin títulos, sin cargos, sin poder logró lo que muy pocos consiguieron o podrán conseguir. El cariño y el respeto no se impone, ¡se lo gana! Quedó demostrado. Desde algún lugar estará feliz. Dios perdone su decisión”, rezaba el texto que escribió, de puño y letra, Leonarda Aibar.