BUENOS AIRES.- Bien se podría afirmar desde lo ideológico, que la solidaridad que se pregona desde el Gobierno no encuentra muchos adeptos entre los afiliados a las AFJP, quienes han decidido seguir el camino de las cuentas individuales para intentar asegurarse el futuro jubilatorio. En estos tiempos en los que el Gobierno pregona un cambio de paradigmas y la idea de "vivir con lo nuestro", el razonamiento parece lícito para sumar dinero a las arcas del Estado. Aunque la motivación, incluida las políticas, sea más bien dudosa.
No ha sido el egoísmo, sino el cansancio de que les metan la mano en el bolsillo, lo que impulsó a más de 3 millones de personas a cubrirse con la acumulación de ahorros dentro de las AFJP. De esa manera creían que iban a estar a salvo de los estropicios de destino incierto de la larga mano estatal.
No en vano, el esquema privado, con graves defectos de costos para el afiliado y con la espada de Damocles estatal a la hora de regular el menú de inversiones, logró una importante manifestación de confianza cuando, desde la Anses se empujó una ley para lograr el pasaje voluntario de afiliados al Estado y sólo 1,3 millón decidió volver.
Pero lo que no se puede decir para justificar el eventual fin de las AFJP es que, si hay un nuevo manotazo, este tenga que ver con la preocupación del Estado para proteger el dinero de los afiliados, debido a la caída de rentabilidad de los fondos acumulados, cuya culpabilidad, como mandan los libros del kirchnerismo, corresponde a la crisis internacional. En realidad, cuando se dice que el pago de las AFJP hacia los futuros jubilados no está garantizado, significa la admisión del default. Es decir que no se puede garantizar que los bonos sean atendidos en tiempo y forma.
Pero las caídas estrepitosas de los precios vienen desde mucho antes de la crisis, por manejos errados de la política económica.
En diciembre de 2007, cuando la rentabilidad acumulada de las AFJP era de 15,33% anual, el riesgo país estaba en 410 puntos. Ese indicador se fue deteriorando y hoy está en los 1.300 puntos, un 230% por encima que entonces. La contrapartida de esta escalada ha sido la pérdida de los bonos del Estado, de casi un 40% que, junto a una parecida debacle accionaria, redujo la rentabilidad acumulada por los afiliados a 13,9% anual.
Si se concreta la idea de la defunción de las AFJP, que permitirá sumar unos $ 1.000 millones mensuales a la bolsa de la Anses, habrá que ver qué pasa con los fondos acumulados durante los años de vigencia del régimen y si se les habrá de respetar a cada afiliado lo que ha logrado reunir y quién se lo pagará en el futuro. Desaparecidas las AFJP quedarían sin trabajo 10.000 personas, todo un logro.
Raúl Alfonsín permitió la hiperinflación con la emisión descontrolada; Carlos Menem y Fernando de la Rúa cocinaron la crisis de 2001 con un endeudamiento atroz; Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde generaron el default y la pesificación asimétrica; Néstor y Cristina Kirchner están preparando la chequera para 2009.
El Estado no tiene dueños, sólo necesidades de los gobernantes en su nombre, a costa de los contribuyentes. (DyN)