02 Abril 2008
ARIDEZ. Una cigüeña murió sobre la tierra seca del norte de Tailandia. REUTERS
París.- "Al dejar de lado la lucha contra la desertificación, la comunidad internacional se priva de un arma importante contra el cambio climático", afirmó el responsable del Convenio de la ONU sobre este creciente problema, Luc Gnacadja, ex ministro de Medio Ambiente de Benín, país del norte de Africa. Precisamente, esta semana se iniciaron en Bangkok las negociaciones sobre un nuevo acuerdo contra el cambio climático para finales de 2009, con el objetivo de dar continuidad al Protocolo de Kioto, que expira en 2012.
Las prácticas agrícolas son en gran medida responsables de la degradación del suelo, cuya última fase es la desertificación. Y las consecuencias del calentamiento planetario -sequías, inundaciones, erosión- agravan el fenómeno, que afecta, según la ONU, al 70% de las tierras áridas. Estas se encuentran concentradas en países que albergan dos tercios de las poblaciones más pobres del mundo.
Según Gnacadja, combatir este encadenamiento perverso tendría una triple ventaja. En primer lugar, se podría encerrar el carbono en el suelo, en vez de dejarlo subir hasta la atmósfera, donde se acentúa el calentamiento. Igualmente, se mejoraría la productividad de la tierra y se podría, por ende, luchar contra la pobreza.
El experto estimó que se trata de poner en marcha simples proyectos de un costo de entre 300 y 500 dólares por hectárea, durante tres a cinco años.
Según el Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), sería necesario aumentar, de aquí a 2030, el 50% de la producción agrícola actual para hacer frente al crecimiento demográfico. Y en cambio, las tierras cultivables no cesan de disminuir.
Gnacadja opina que las medidas contra la desertificación deberían ser una de las opciones de los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kioto, que permiten a los países industrializados compensar sus excesos de contaminación invirtiendo en proyectos ecológicos en el Sur. (DPA)
Las prácticas agrícolas son en gran medida responsables de la degradación del suelo, cuya última fase es la desertificación. Y las consecuencias del calentamiento planetario -sequías, inundaciones, erosión- agravan el fenómeno, que afecta, según la ONU, al 70% de las tierras áridas. Estas se encuentran concentradas en países que albergan dos tercios de las poblaciones más pobres del mundo.
Según Gnacadja, combatir este encadenamiento perverso tendría una triple ventaja. En primer lugar, se podría encerrar el carbono en el suelo, en vez de dejarlo subir hasta la atmósfera, donde se acentúa el calentamiento. Igualmente, se mejoraría la productividad de la tierra y se podría, por ende, luchar contra la pobreza.
El experto estimó que se trata de poner en marcha simples proyectos de un costo de entre 300 y 500 dólares por hectárea, durante tres a cinco años.
Según el Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), sería necesario aumentar, de aquí a 2030, el 50% de la producción agrícola actual para hacer frente al crecimiento demográfico. Y en cambio, las tierras cultivables no cesan de disminuir.
Gnacadja opina que las medidas contra la desertificación deberían ser una de las opciones de los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kioto, que permiten a los países industrializados compensar sus excesos de contaminación invirtiendo en proyectos ecológicos en el Sur. (DPA)