24 Febrero 2008
PRECARIEDAD. Es difícil que un maestro pueda perfeccionarse. LA GACETA / OSCAR FERRONATO
Hay un intenso bombardeo de información que hoy se vuelca sobre los jóvenes, pero esos contenidos que les llegan de manera fácil y atractiva tienen calidad dispar. Si absorben lo malo tanto como lo rgular y lo bueno, pueden obtener una mediocre formación. Por eso es que la doctora en filosofía Griselda Barale sostiene que los docentes se ven obligados a hacer mayores esfuerzos para que los alumnos adquieran una información seria, rigurosa y placentera.
“Como persona escolarizada que soy, que ha tendido el privilegio de recorrer todos los niveles, del preescolar al posgrado, puedo dar fe que no hubiera deseado ni conseguido recorrer ese camino sino me hubiera topado, en cada tramo de mi educación, con maestros que enseñaban a pensar y despertaron en mí el interés, la curiosidad y el deseo del conocimiento”, dijo.
Condiciones básicas
Barale afirma que pensar es una de las tareas más difíciles, gozosas y únicas que realiza el ser humano. Pero para que el docente lo haga con rigurosidad y compromiso y después pueda enseñarlo, necesita algunas condiciones: una esmerada formación, condiciones sociales y espaciotemporales adecuadas, entusiasmo y vocación.
“Lamentablemente, los docentes no reciben el apoyo, el estímulo ni las exigencias genuinas para formarse permanentemente. La docencia en nuestro país, sobretodo la de la escuela primaria y media, ha sido devaluada socialmente. El docente no ocupa un lugar social destacado, acorde con la enorme responsabilidad que tiene -lamentó-. Los docentes, si no todos, la gran mayoría no enseña por vocación o por placer, sino porque la docencia es una alternativa laboral más, aunque está mal pagada. Es decir que, si surge algo mejor, inmediatamente abandonada”.
Barale reconoció que los docentes universitarios están un poco mejor que los primarios y los secundarios, pero aclaró que las diferencias a favor son leves.
“Sobre todo teniendo en cuenta que en sus aulas se forman los que tendrán las responsabilidades más delicadas de la vida comunitaria: la salud, la política, la justicia, la cultura, la investigación científica, la creación artísitico-literaria, la tecnología, etcétera -opinó-. Enseñar a pensar, a formar espíritus críticos, independientes y creativos en todo el sistema educativo debería ser un objetivo prioritario, una cuestión de Estado en una sociedad democrática. Porque eso es, en definitiva, lo que asegura excelencia en todos los órdenes y estratos de la sociedad”.
A pesar de las dificultades, la docente no deja de asombrarse por la cantidad de educadores excelentes -en todos los niveles- que se desempeñan en nuestro medio.
“Son capaces de ocupar un lugar gozoso que despierta la atención y el interés de los alumnos -expresó-. Estoy convencida que el que enseña manifestando el placer enorme que el conocimiento le proporciona, tiene a los alumnos fascinados y ávidos de saber, de participar, de compartir eso que al profesor le da tanto placer”.
“Es cierto que aún en las peores condiciones aparecen docentes de primer nivel -admitió-. Pero para avanzar como sociedad, como país, eso no es suficiente. Se necesitan muchos más”.
“Como persona escolarizada que soy, que ha tendido el privilegio de recorrer todos los niveles, del preescolar al posgrado, puedo dar fe que no hubiera deseado ni conseguido recorrer ese camino sino me hubiera topado, en cada tramo de mi educación, con maestros que enseñaban a pensar y despertaron en mí el interés, la curiosidad y el deseo del conocimiento”, dijo.
Condiciones básicas
Barale afirma que pensar es una de las tareas más difíciles, gozosas y únicas que realiza el ser humano. Pero para que el docente lo haga con rigurosidad y compromiso y después pueda enseñarlo, necesita algunas condiciones: una esmerada formación, condiciones sociales y espaciotemporales adecuadas, entusiasmo y vocación.
“Lamentablemente, los docentes no reciben el apoyo, el estímulo ni las exigencias genuinas para formarse permanentemente. La docencia en nuestro país, sobretodo la de la escuela primaria y media, ha sido devaluada socialmente. El docente no ocupa un lugar social destacado, acorde con la enorme responsabilidad que tiene -lamentó-. Los docentes, si no todos, la gran mayoría no enseña por vocación o por placer, sino porque la docencia es una alternativa laboral más, aunque está mal pagada. Es decir que, si surge algo mejor, inmediatamente abandonada”.
Barale reconoció que los docentes universitarios están un poco mejor que los primarios y los secundarios, pero aclaró que las diferencias a favor son leves.
“Sobre todo teniendo en cuenta que en sus aulas se forman los que tendrán las responsabilidades más delicadas de la vida comunitaria: la salud, la política, la justicia, la cultura, la investigación científica, la creación artísitico-literaria, la tecnología, etcétera -opinó-. Enseñar a pensar, a formar espíritus críticos, independientes y creativos en todo el sistema educativo debería ser un objetivo prioritario, una cuestión de Estado en una sociedad democrática. Porque eso es, en definitiva, lo que asegura excelencia en todos los órdenes y estratos de la sociedad”.
A pesar de las dificultades, la docente no deja de asombrarse por la cantidad de educadores excelentes -en todos los niveles- que se desempeñan en nuestro medio.
“Son capaces de ocupar un lugar gozoso que despierta la atención y el interés de los alumnos -expresó-. Estoy convencida que el que enseña manifestando el placer enorme que el conocimiento le proporciona, tiene a los alumnos fascinados y ávidos de saber, de participar, de compartir eso que al profesor le da tanto placer”.
“Es cierto que aún en las peores condiciones aparecen docentes de primer nivel -admitió-. Pero para avanzar como sociedad, como país, eso no es suficiente. Se necesitan muchos más”.