11 Noviembre 2007
ORGULLO FAMILIAR. La familia de Castro, junto al prototipo. El mecánico dedicó toda una vida a diseñar y construir el coche de sus sueños. LA GACETA / FOTOS DE JOSE NUNO
"Me acuerdo de que compré el casco en 1977, en la firma Alperovich. Y que pasé muchos años en el armado, hasta que lo logré. Muchas veces, las dificultades casi me hacieron dejar el proyecto. Algunos dijeron que era una locura; pero ahora es una realidad". Emocionado, Juan Carlos Castro contó detalles del diseño y la construcción de "Juca", un prototipo de su autoría que armó sobre la base de un Dodge 1.500, tren delantero y motor de un Fiat 125 y numerosos elementos de otros modelos. Su idea base fue hacerlo a imagen y semejanza del Ford GT40, una leyenda que brilló en pruebas de largo aliento en Europa.
Castro comenzó a armar su auto en un taller de Los Nogales y lo terminó en su casa del barrio San Carlos. Todo lo hizo a pulmón, desde el diseño ("dibujaba lo que quería, pero no un papel sino en la tierra", cuenta) hasta la construcción.
"Fue un trabajo entre amigos, muchas piezas me las regalaron ellos: volante, vidrios, puertas, neumáticos. En chapa, Eduardo Sueldo, ya fallecido, puso su granito de arena. Miguel Bolondi, por ejemplo, me trajo completo el tren delantero desde Jujuy. Recuerdo que vino una noche al taller con la pieza. Yo la vi y salté de emoción. Le dije: ?pero no tengo plata para pagarte?. Y él contestó: ?tranquilo, hacelo en cuotas?. Y así lo hice", recuerda.
Detrás de Castro hay una familia que le hizo el aguante: su esposa Adela Barrionuevo, sus hijas Claudia y Silvia y, últimamente, sus nietos Alexis y Gisela. "Hubo muchos días que sacrifiqué por el auto. Trabajé en él domingos, feriados y cuando me quedaba tiempo en el taller. Es por eso que este prototipo es como un hijo para mí. ¡Si hasta las chicas lo ven como un hermano!", exclama, entusiasmado.
El modelo cuenta hoy con un gran valor sentimental y está listo para ser exhibido en muestras de tuning. "Quien lo necesite, que lo pida nomás", apuntó Claudia, la impulsora de esta presentación en sociedad de "Juca". "Recuerdo que le dije a la señora que me vendió el casco: ?lo quiero para hacer algo especial, pero no sé si lo concretaré?. Hoy puedo decir misión cumplida. Y el siguiente paso será patentarlo", concluyó Castro.
Castro comenzó a armar su auto en un taller de Los Nogales y lo terminó en su casa del barrio San Carlos. Todo lo hizo a pulmón, desde el diseño ("dibujaba lo que quería, pero no un papel sino en la tierra", cuenta) hasta la construcción.
"Fue un trabajo entre amigos, muchas piezas me las regalaron ellos: volante, vidrios, puertas, neumáticos. En chapa, Eduardo Sueldo, ya fallecido, puso su granito de arena. Miguel Bolondi, por ejemplo, me trajo completo el tren delantero desde Jujuy. Recuerdo que vino una noche al taller con la pieza. Yo la vi y salté de emoción. Le dije: ?pero no tengo plata para pagarte?. Y él contestó: ?tranquilo, hacelo en cuotas?. Y así lo hice", recuerda.
Detrás de Castro hay una familia que le hizo el aguante: su esposa Adela Barrionuevo, sus hijas Claudia y Silvia y, últimamente, sus nietos Alexis y Gisela. "Hubo muchos días que sacrifiqué por el auto. Trabajé en él domingos, feriados y cuando me quedaba tiempo en el taller. Es por eso que este prototipo es como un hijo para mí. ¡Si hasta las chicas lo ven como un hermano!", exclama, entusiasmado.
El modelo cuenta hoy con un gran valor sentimental y está listo para ser exhibido en muestras de tuning. "Quien lo necesite, que lo pida nomás", apuntó Claudia, la impulsora de esta presentación en sociedad de "Juca". "Recuerdo que le dije a la señora que me vendió el casco: ?lo quiero para hacer algo especial, pero no sé si lo concretaré?. Hoy puedo decir misión cumplida. Y el siguiente paso será patentarlo", concluyó Castro.