Según informes a los que accedió LA GACETA, muchos de los llamados están siendo realizados a countries, casas de Yerba Buena o de Barrio Norte. Incluso utilizan los prefijos para saber dónde vive cada una de las personas a las que llaman.
Todo comienza con el sonido del teléfono. Según dijeron algunas de las víctimas, en varios casos los delincuentes conocen la composición familiar y en otros comienzan a sacar datos hasta que dicen la frase que nadie quiere escuchar: "tenemos a tu hijo secuestrado". Los presidiarios cuentan con la sorpresa de su lado, y por eso muchas veces aprovechan que la persona que los atiende es mayor, o se trata de la empleada. Utilizan dos armas a las que están acostumbrados: la psicosis y el terror.
A partir del momento en que la víctima duda, comienza el bombardeo psicológico: "no llamés a nadie, ni se te vaya a ocurrir llamar a la cana. Te estamos vigilando", dicen desde el otro lado de la línea.
Luego siguen los pasos preestablecidos: "ahora vamos a cortar, pero te vamos a llamar en cinco minutos. En ese tiempo vas a ir hasta el quiosco y vas a comprar tarjetas por 400 pesos. No te demorés ni un minuto más porque lo matamos. Te vamos a estar siguiendo", advierten. La víctima, aterrorizada, cumple con lo ordenado. Cuando el teléfono vuelve a sonar atiende y comienza a pasar los códigos de las tarjetas telefónicas. La última orden es quemar las tarjetas, si es posible cerca de una ventana o en el fondo "para que te controlemos". Para ese momento, el preso ya obtuvo lo que quería. Y quien recibió la llamada sólo se da cuenta de que ha sido víctima de un engaño cuando logra contactarse con "el secuestrado", quien lo tranquiliza.
Los secuestros virtuales comenzaron a mediados de 2003 y en su momento causaron verdadera psicosis. Hasta que, de tanto repetirlo, se hicieron conocidos. Por eso hoy, dijeron fuentes policiales, ya nadie se molesta en denunciarlos. Sin embargo, a las víctimas de este tipo de delitos ocurridos en las últimas semanas en Tucumán les preocupa que los "secuestradores" muchas veces hayan tenido datos ciertos de su familia (lugar de residencia, marca y color de automóvil, características de la casa).
Fuentes de la Policía indicaron que, en algunas oportunidades, los delincuentes llaman con anterioridad, a veces haciéndose pasar por consultores, y así obtienen los datos. Pero otras cuentan con cómplices que efectivamente marcan las casas.
Otro dato a tener en cuenta es que no necesariamente los llamados en Tucumán se realizan desde el penal de Villa Urquiza. Los presos pueden llamar desde cualquier penal, en cualquier parte del país. Cuando en Tucumán se hicieron conocidos estos casos, el director de Institutos Penales advirtió que la utilización de los teléfonos públicos en la cárcel es un derecho de los internos, que no podía ser restringido.
¿Por qué tarjetas telefónicas? En la cárcel equivale a efectivo, y con los pulsos se compra y se venden los más diversos elementos.Afortunadamente en Tucumán jamás se dio el caso de un secuestro extorsivo, pero los virtuales siguen causando temor.
Consejos para no ser estafados
Realizar la denuncia policial ante cualquier tipo de llamada extorsiva. Con informes de las empresas telefónicas se puede saber desde dónde se hizo la llamada.
Desconfiar cuando el presunto captor pide como rescate códigos de tarjetas telefónicos y no dinero. Es seguro de que se trata de un secuestro virtual.
No aceptar o desconfiar de la llamada cuando la empresa telefónica advierte mediante un mensaje de voz que la comunicación entrante proviene de una unidad carcelaria.
No dar por teléfono nombres, direcciones, ni información sobre el grupo familiar, ya que por lo general los secuestradores virtuales dicen que capturaron a "un familiar", sin precisar la identidad.
Otra estrategia que utilizan los delincuentes es decir que "un pariente" sufrió un accidente, pero está inconsciente y no pudo dar el nombre. Cuando el receptor de la llamada, preocupado, nombra a los posibles familiares accidentados, el delincuente dice que en realidad tiene a esa persona secuestrada.