Las variedades de maíz que cultivamos actualmente en el NOA son extremadamente susceptibles al glifosato, a tal grado que con una dosis de 20 centímetros cúbicos por hectárea ya comienza a mostrar síntomas de toxicidad, cuya gradualidad aumenta hasta los 300 cm3. A partir de esa dosis la planta muere", explicó en diálogo con el Suplemento Rural de LA GACETA. Los síntomas provocados por una "deriva directa" de Glifosato al cultivo sensible, existente en un lote vecino, no presentan dudas.
En la mayoría de los casos esta deriva se debe a la velocidad y orientación del viento, aspectos que el responsable de una pulverización debe tener en cuenta y no operar si no son favorables.
"Las sintomatologías correspondientes a dosis bajas de Glifosato en maíz pueden confundirse con síntomas de deficiencia de nutrientes o efectos de herbicidas residuales", comentó. Generalmente "no son atribuidos al verdadero agente causal, porque los mismos se observan a mucha distancia del lugar donde fue aplicado y luego de 10 a 15 días", advirtió.
Olea estimó que ello ocurre bajo condiciones de inversión térmica, cuando las gotas pequeñas derivan a baja altura arrastradas por el viento y no se disipan por no ascender verticalmente.
"En las proximidades de cultivos de maíz no debe aplicarse Glifosato, sin antes observar cómo asciende una columna de humo (fumígenos) y sin el auxilio de pastillas antideriva", recomendó. "Si se observa la ocurrencia del fenómeno de inversión térmica no se debe aplicar, porque la susceptibilidad del maíz al Glifosato es tan fuerte, que hasta puede absorber el herbicida en el suelo", señaló.
Ello ocurre cuando la "plántula" emerge en suelos desnudos dentro de los días de la aplicación. Por ese motivo, "recomendamos -en los casos que se barbecha químicamente luego de la siembra- no hacerlo más allá de los dos días después de realizada dicha operación", recomendó Olea.
En el caso de las malezas, la susceptibilidad al Glifosato es una característica deseada.
El problema es que la lista de las malezas que lo toleran aumenta anualmente, porque se hacen notables las especies cuya población creció favorecida por el uso reiterado de dicho herbicida.
En la mayoría de estos casos, el problema se resuelve con el aumento de la dosis, la mejora de penetración del Glifosato o la mezcla con otro herbicida, comentó Olea. "Ello implica que los costos de producción aumenten", observó.
Lo verdaderamente grave -continuó-, es cuando una maleza que era sensible al Glifosato, como el "sorgo de alepo", se vuelve resistente y este herbicida ya no sirve para su control. "Aunque podamos apelar a otros herbicidas alternativos (más caros y menos eficientes), el surgimiento de especies resistentes es una medida de lo mal que hemos empleado dicho producto", concluyó el especialista.
El uso reiterado de un mismo herbicida, sea en dosis altas o bajas, puede seleccionar a los genotipos resistentes existentes en una población de una especie susceptible. Esto ya nos ocurrió en Tucumán hace 10 años, cuando aparecieron los "atacos resistentes", recordó.
El Glifosato es la base de nuestro sistema de manejo actual. Sin su empleo no se conciben los barbechos químicos, ni la siembra directa. Las malezas que lo toleran o que lo resisten atentan contra su vigencia y con la economía del sistema de producción.
Las dos reglas básicas de la prevención de la resistencia en las malezas -que son la rotación de herbicidas y de cultivos-, todavía son escuchadas como impracticables ante la rentabilidad actual de la soja resistente a Glifosato.
"La distribución del sorgo de alepo resistente en Tucumán está confinada en una sola propiedad", estimó. "Sólo la cuidadosa observación de los resultados de los barbechos químicos, en cuanto al control de la maleza, nos puede dar una idea de la magnitud del problema en la provincia", concluyó.
Sugieren vigilar los sembradíos
La resistencia que muestran varias malezas a la acción del "glifosato" está causando preocupación entre los agricultores de Tucumán, porque se traduce en mayores costos productivos por la necesidad de aumentar la dosis o utilizar otros productos -o mezclas de ellos- para controlar la maleza.
"Es un tema bastante grave, porque el problema es con el glifosato, que es el herbicida base para la siembra directa", reconoció Oscar Ricci, consultor agropecuario de reconocida experiencia. "Se veía venir, porque al no rotar los campos con maíz o al utilizar otros herbicidas, las malezas crean resistencia. Pero este es un problema que también existe y se está estudiando en EE.UU. y en Rusia", comentó. "Pero el problema no existe sólo con el ?pasto ruso?, sino con cuatro o cinco malezas más que también están mostrando resistencia al glifosato", advirtió Ricci. En el caso del "pasto ruso", al aumentar las dosis se incrementan los costos del tratamiento. "Por eso es que se están volviendo a utilizar productos que se dejaron de aplicar hace tiempo, o probando mezclas de agroquímicos para hallar la fórmula que produzca el control más eficiente", comentó Ricci.
En 2005, el problema en Salta abarcó a unas 100.000 hectáreas, con diferentes grados de afectación, pero provocando un aumento del 100% de los gastos en herbicidas. En Tucumán, hasta ahora, sólo se detectó un foco, por lo que se está haciendo un mapeo para detectar la presencia de "pasto ruso".
La EEAOC es la cabecera de las investigaciones que se llevan a cabo, con el apoyo del INTA y de la Secretaría de Agricultura.
"Recomendamos a los productores revisar sus campos y, ante el menor indicio de presencia de la maleza, pedir el asesoramiento de la EEAOC para su control y evitar su propagación", recomendó.