1) Fue en la casa que perteneció a Victoria Ocampo en Palermo Chico, hoy "Casa de la Cultura" del Fondo Nacional de las Artes. Allí cuatro poetas tucumanos de primera línea -Arturo Alvarez Sosa, Carola Briones, Carlos Duguech y Manuel Serrano Pérez- dieron buenas muestras de la vida poética en Tucumán.
La jornada formó parte de los comienzos de una iniciativa notable: dedicar un vasto ciclo a nuestras provincias con el propósito -expresado en el programa- de ofrecer "una puesta en valor de la diversidad cultural argentina" bajo la denominación común de "Pertenencia". Es mérito de Juan Falú, miembro del directorio del Fondo, el haberse elegido a Tucumán para inaugurar el ciclo. El distinguido comprovinciano se disculpó oportunamente por las imperfecciones que jalonaron las actividades del mes de octubre, en razón de inexperiencias y dificultades que serían subsanadas en las muestras sucesivas.
2) Me fue grato escuchar a Arturo Alvarez Sosa insistiendo en su original aventura que reconozco admirable: la de tomar en cuenta la visión que la ciencia viene dando de la composición del universo, para convertirla en experiencia poética. Lo que el pensamiento abstracto, en su colonización de la realidad cósmica traduce en fórmulas nuevas, Arturo procura enriquecerlo con metáforas que ahondan la lectura de esa realidad y le otorgan una carnalidad viva.Reconozco los riesgos de la tentativa: que su lenguaje requiera la mediación de un conocimiento científico que, al faltar, llevaría a la incomunicación. Pero si en verdad crece la conciencia de que el espacio cósmico se está convirtiendo en una ampliación cada vez más visitada de la Gran Casa planetaria, y su vocabulario se vuelve cada vez más accesible y cotidiano, la audacia lírica de Alvarez Sosa me parece prodigiosa. Para muchos será motivo de orgullo que se haya iniciado en Tucumán.
3) En poemas transparentes y conmovedores, Carola Briones rindió homenaje al Noroeste Argentino, su paisaje y su gente. Aunque tucumana de adopción, porque allí realizó su carrera literaria, Carola nació en Santiago del Estero, en un hogar donde la plástica y la poesía eran el pan cotidiano. Ahora me entero de que vive en Cafayate, donde, por suerte, sigue escribiendo. Fue magistral el poema con el que cerró su lectura. Contó que bajo la esfera lujosamente estrellada de esa ciudad norteña, intimó con una estrella a la que le escribe una carta. Imaginé entonces el "ascenso" espiritual de Carola. Desde los llanos de su Santiago marchó hacia los cerros de Tucumán, hasta recalar en las "tierras altas" de Salta; acaso para estar al alcance de ese cielo en el que seguramente una estrella lleva su nombre.
4) Si la poesía de Alvarez Sosa es adicta a la ciencia, la de Carlos Duguech tiende a la filosofía. Quiero decir, a temas cruciales del comportamiento humano. Porque muchos de ellos no tienen respuestas, dejan de ser problemas para ser enigmas a los que Duguech responde con unidades de meditación poética que tienen el concentrado de un rezo. Sus poemas son claros espacios geométricos de una larga reflexión que ella misma crece con el perfil de una arquitectura. Su predilección por el soneto refuerza esta idea.
5) Manuel Serrano Pérez también poetizó su arraigo provinciano, mostró las cicatrices que en su tierra dejó la "mordedura de las cañas". Si bien su canto emerge del terruño, se nota que viene de más lejos: de sus ancestros españoles. Trae en la voz añejas modulaciones del Siglo de Oro: los rebuscamientos de Quevedo, la versatilidad de Garcilaso, el remanso de Fray Luis. Manolo es el más castellano de los poetas tucumanos y es en esa línea que yo percibí lo mejor de sus hallazgos. También merece estudio su contacto con escritores rumanos a los que tradujo bellamente.
6) En nuestros cuatro destacados poetas estuvo Tucumán como "pertenencia" entrañable. Pero también me resultó claro que para todos ellos la obra poética es algo más que "pertenencia". Por supuesto, es deseable que el imaginario de un creador se alimente de su contorno natural y humano, y esto puede ser un signo de excelencia. Pero muchas veces también se impone legítimamente la pertenencia a lo lejano, a "lo otro" ajeno, a la dimensión del desarraigo, el nomadismo y el exilio.
Esta "deslealtad" a Tucumán también es una impronta que Tucumán impone a sus creadores, en el afán de abarcar su reverso complementario: también quiere ser el mundo. Alvarez Sosa siente la sensualidad de su tierra pero la proyecta hacia el cosmos. Carola Briones ahonda en el Noroeste pero su discurso sobreentiende una región más vasta. Carlos Duguech parte de una herida para incursionar en grandes enigmas. Manuel Serrano Pérez busca la intimidad del azúcar para reencontrar la música verbal de sus mayores. Todos ellos aceptan lo local como un disparador que los inserta en lo universal.
7) Luego de escucharlos pensé en el emblema que Juan B. Terán acuñó para la Universidad de Tucumán: "Los pies en la tierra, la mirada en las estrellas". Nada más hermoso para definir el alma de una Casa de Estudios. Pero también para definir el modo de ser de un pueblo con tensión creadora. El de mi provincia, por ejemplo. La tierra que uno pisa y la estrella distante, la lealtad al contorno y el llamado de lo universal, la patria chica y la vocación planetaria, el calor hogareño y la intemperie del mundo, el arraigo y el exilio.
Eso es lo peculiar del tucumano: sentir la simultaneidad de uno y de lo otro. Cuando ambos términos armonizan es un momento de gloria; cuando entran en conflicto gana la desolación. Ambas perspectivas lo constituyen. Aunque duela reconozcamos que una y otra, la de la alegría o de las lágrimas, suelen ser igualmente fecundas. (c) LA GACETA