En uno de los tantos prólogos que le fueron encomendados a Borges se lee: "es grave tarea juzgar un libro, intuir por el examen de su lectura las particularidades méritos o fallas, pero más delicado y más arduo es comprender el alma personal que sus páginas manifiestan". Vomitados por un tubo que nos transporta desde las primeras páginas a nuestra Córdoba capital actual, nos encontramos con una ciudad donde se respira la pobreza, donde sus habitantes son una serie de personajes que emplean un lenguaje callejero, ácido y hasta muchas veces desopilante. Son perdedores que se conforman con ser lo que son, o, lo que es peor, con asir una botella de vino y creer que "es lo único que tienen para sobrevivir".
Las relaciones interpersonales están fracturadas, al igual que muchos valores: "realmente, aparte del vino, son pocas cosas las que nos unen". En El resentimiento el lector deberá hurguetear las cinco vísceras que conforman los capítulos para seguirle los pasos a Iván, personaje central que intenta escribir una novela cuyo personaje es Polo. No es casual aquí que escribir rime con sobrevivir, porque Iván plasma sus ideas en papel como un medio para retrasar la muerte. Sin lugar a dudas es este personaje el alter ego del escritor quien utiliza este recurso, que opera como una especie de caja china o cuadros dentro del cuadro. Este es el submundo oscuro y degradante que no da respiros. Ni siquiera al lector, donde la prosa ligera inyecta el oxígeno necesario para no parar, para digerirla de una sola sentada. La originalidad del texto radica en que Ferreyra talló distintas percepciones y vivencias que no son ajenas a las nuestras, pero pocos escritores tienen valor para decirlas. Será posible reconocer en espacios físicos de Córdoba o reconocernos en las acciones comunes donde la hipocresía social será herida por la pluma de este cordobés de La Carlota: "Prendo la tele, es verano, la gente en los festivales se sienta a evaluar a los artistas con aplauso complaciente (...) Abrigados, con termos y recipientes llenos de comida, y con su boca llena, aplauden hasta las llagas, son un jurado de incompetentes. Sólo pagan para mostrar sus carteles y que los vean en la tele".
El resentimiento se configura como un espejo y por lo tanto un reflejo (inmundo en este caso) de las relaciones humanas, donde el malestar, la violencia, la pobreza y las drogas son los principales ingredientes de un alimento en constante descomposición; sin embargo es un recorte en mutación, ya que hay esperanzas aunque parezcan utópicas. De todas formas no es en esta novela donde se resolverá la cuestión; para dilucidarla habrá que esperar las próximas apariciones de esta singular trilogía cordobesa. (c) LA GACETA