Doscientos camellos es el valor que puede tener una mujer en Egipto. Al menos, eso es lo que quisieron pagar en El Cairo para comprar a la tucumana Silvina Apichela. La joven, que paseaba por el centro de la capital egipcia junto con un compañero de estudios cuando un comerciante ofreció comprarla, volvió a vivir la experiencia poco después. Esto también le sucedió a una chica colombiana, que compartía el programa de becas seguido por Apichela en ese país.
La joven ingeniera zootecnista contó a LA GACETA On Line que en julio pasado se presentó a una convocatoria del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación a una beca que ofrecía el gobierno de Egipto para participar de tres cursos sobre producción y sanidad animal.
Con el aporte del Gobierno de la provincia y de la UNT, pudo costearse el pasaje. En setiembre, se instaló en Egipto para estudiar los camellos, que forman parte de su tesis doctoral.
Entre setiembre y noviembre de 2005, participó en cursos teóricos y prácticos con visitas al interior de Egipto. En su tiempo libre, aprovechaba para hacer visitas turísticas a las pirámides, para recorrer los museos y el centro de El Cairo.
Fue durante una de esas recorridas cuando constató que la costumbre ancestral de cambiar mujeres por camélidos sigue vigente en algunos países árabes.
“Estábamos con mis compañeros del curso viendo papiros en un comercio del centro de El Cairo. El propietario del local charlaba con nosotros y a mí me halagaba diciendo que era simpática”, contó.
“En un momento, le preguntó a mi compañero si estábamos casados, y él le contestó que no. Luego nos invitó a un negocio de perfumes para tomar el té. Al ingresar, lo apartó a mi compañero y le ofreció 200 camellos por mí”, contó, todavía sorprendida. “Mi compañero se asustó y me dijo: ‘vayámonos, porque quiere comprarte’”, relató.
La historia se repitió poco después, cuando visitaba las pirámides. “Un hombre me preguntó si era casada. Luego de lo que me había pasado, le dije que sí. Entonces tomé a mi compañero por el brazo y le dije que era mi marido, pensando que así dejaría de molestarme”, recordó.
Pero el hecho de saber que era casada no detuvo al interesado egipcio.
“Le dijo a mi compañero por cuántos camellos me vendería. El, en broma, le respondió que ya le habían ofrecido 200 y que por menos de 1.000 no me entregaría”, contó.
Cuando otra persona ofreció comprar, también por camellos, a una compañera colombiana, las mujeres se asustaron y decidieron no volver a salir de no ir acompañadas por un varón.
Contrastes
Pese a lo perturbador de estos episodios, Apichela rescató la experiencia adquirida en el curso. Dijo que haber conocido otras culturas le ayudó a valorar más su vida en Tucumán.
“Estas cosas te sirven para valorar la sociedad y el país. Aprendí a valorar la libertad que tenemos las mujeres. Aquí podemos elegir en qué creer y cómo vivir”, enfatizó la joven.
Apichela comentó que le asombró ver a las mujeres completamente tapadas y que a las chicas del curso les pidiesen que usasen ropa holgada. Además, recordó que en las calles los hombres no les dirigían la palabra, y que los varones tenían callos en la frente de tanto apoyar la cabeza contra el piso, ya que rezan cinco veces al día.
Una experiencia que se repite
La experiencia vivida por la tucumana Silvina Apichela no es una historia única. Amalia Herrera vivió una historia parecida cuando fue de vacaciones junto con su marido a Egipto, en 1993.
“En una visita que hicimos a una feria, que ellos le llaman bazar, un vendedor le ofreció a mi esposo 100 camellos a cambio de nuestra hija. Le preguntamos cómo sabía de nuestra hija si recién nos conocía. El hombre afirmó que, por mi fisonomía latina, pensó que mi hija se parecía y por eso hizo la oferta”, relató.
En los países árabes los camellos son considerados animales de gran valor. Estos rumiantes son un medio de transporte, en especial porque soportan el duro clima del desierto sin necesidad de beber mucha agua. Además, proveen de carne y de leche.
Desde tiempos ancestrales fue usado para la compra y venta, en especial cuando un hombre quiere casarse y debe ofrecer un dote a la familia de la mujer pretendida.
Representantes de la comunidad árabe en Tucumán no creen que esta práctica siga en vigencia. “Es parte del mito de ‘Las mil y una noches’”, dijo el presidente de la Sociedad Sirio Libanesa, Miguel José Elías. “Un ofrecimiento de este tipo puede ocurrir en cualquier parte del mundo, no solamente en Oriente. Siempre que haya un hombre con dinero y poder, puede darse una propuesta indecente”, finalizó.